Hace más de cien años, Enzo Ferrari firmó su primer contrato como piloto con Alfa Romeo. Hace más cien años se plantó la semilla de aquello que más tarde se convertiría en la marca Ferrari. Muy probablemente, si “Il Commendatore” no hubiera empezado a correr para Alfa Romeo, no habría fundado la Scuderia Ferrari y la Casa de Maranello nunca habría existido. Pero, ya se sabe, la historia se construye con hechos.
La primera actuación de Enzo Ferrari con Alfa tuvo lugar en la Targa Florio de 1920, cuando, después de un pequeño período de competición con la marca Isotta Fraschini, el joven Enzo debutó con Alfa Romeo con un contrato escrito. Y enseguida triunfó: llegó el primero de su categoría y el segundo en la clasificación absoluta. “Entre premios y todo lo demás – cuenta Ferrari –, gané 12.000 liras, pero, para mí, lo importante es que ese día había entrado oficialmente en la escudería Alfa Romeo”. Tenía razón, a partir de aquel momento su vida cambió y empezaron a llegar los éxitos: de abril de 1924 a mayo de 1928, ganó sucesivamente todas las carreras de las que formó parte.
En resumen, Enzo Ferrari tenía un don: llegó muy pronto a la invencible Alfa, ya que su primera carrera se remonta a 1919, año en el que debutó como piloto en la Parma-Berceto para clasificarse cuarto en la categoría 3000 y undécimo en la tabla absoluta. Para él las carreras lo eran todo: satisfacción personal, una forma de redimirse, la voluntad de afirmarse. “No creo haberlo hecho mal como piloto”, decía a menudo. Y tenía razón: para un debutante de aquella época, ganar nueve carreras de 39 disputadas no era un mal resultado…
Y no hay que olvidar una cosa: cuando Ferrari empezó a correr, el automovilismo de competición era una profesión de personas verdaderamente temerarias. Ya llegar a la meta era un resultado extraordinario: pocos medios, riesgo permanente de sufrir accidentes mortales incluso en los incidentes más tontos y una rivalidad ya por entonces feroz. La segunda carrera que disputó Ferrari fue la Targa Florio de 1919, siempre al volante de un CMN. La aventura empezó mal ya desde el principio: la mañana de la partida se quedó encerrado casi dos horas en el ascensor del hotel, lo que desbarató todos sus planes de viaje. La carrera no fue bien: Ferrari llegó a la meta cuando el público y, sobre todo, los cronometradores oficiales, ya se habían marchado. Solo le esperaba un carabinero que, con la ayuda de un gran reloj despertador, anotaba en un registro los tiempos y el orden de llegada de los rezagados: “noveno” fue el veredicto que pronunció el joven carabinero con el uniforme lleno de polvo. Pero el año siguiente se produjo la increíble hazaña: Enzo Ferrari conquistó el segundo puesto en la clasificación absoluta, de nuevo en la agotadora Targa Florio. El mundo del motor estaba conmocionado con la llegada de este nuevo talento desconocido. Y Alfa Romeo fichó rápidamente al piloto mediante un contrato firmado en octubre de 1920. Ferrari era todo un éxito en las competiciones en carretera, cada vez iba más rápido. Hasta el punto de que Alfa decidió hacerlo debutar, con tan solo 26 años, en lo que puede considerarse como la F1 de la época, los GP Internacionales.
Era el año 1924 y la historia estuvo rodeada de misterio: en su primera carrera viajó a Lyon para disputar el Gran Premio de Francia. Alfa Romeo asignó una de sus invencibles P2 a Enzo Ferrari. Las otras tres se adjudicaron a Giuseppe Campari, Luis Wagner y Antonio Ascari. Tres leyendas ya en aquella época. Sin embargo, Enzo Ferrari solo disputó las sesiones de pruebas. Después regresó de repente a Italia y no corrió el GP de Francia. ¿La razón? Nadie la conoce. Y todavía hoy los apasionados siguen definiendo este hecho como “el misterio de Lyon”.
Alfa Romeo, por entonces, era la marca dominante en las competencias europeas, se había convertido en el máximo símbolo de deportividad y acababa de coronar su trayectoria con el primer gran título: en 1950, consagró Campeón del Mundo al italiano Giuseppe Farina, compañero de equipo de Juan Manuel Fangio. Aunque para Enzo Ferrari, Alfa era como su madre.
Hace más de cien años empezó todo: la colaboración de Ferrari con Alfa Romeo duró veinte años y lo llevó a desempeñar tareas de piloto de pruebas, piloto, colaborador comercial y, finalmente, director del departamento Alfa-Corse. El acontecimiento histórico se produjo el 14 de julio de 1951 en el GP de Silverstone, Inglaterra, cuando las ruedas del Ferrari de Froilán González cruzaron la meta antes que las del Alfa Romeo. Una victoria que ningún ferrarista ha olvidado y que marcó el comienzo de una nueva era para la Casa de Maranello. Alfa Romeo había sido derrotada. “Me siento como si hubiese matado a mi propia madre”, confesó Enzo más tarde. Acababa de nacer la leyenda de Ferrari.
Fuente: https://www.ferrari.com/es-ES/magazine/articles/ferrari-the-birth-of-the-legend